En la costa norte se encuentra el tesoro mejor guardado del Mediterráneo castellonense. Casi 13 kilómetros de costa virgen que son un verdadero paraíso para quienes gozan con darse un baño de mar rodeado de naturaleza en una cala agreste.
Las calas de la Sierra de Irta salpican la línea litoral entre Alcossebre y Peñíscola. Las laderas de este entorno, declarado parque natural y reserva marina desde 2002, descienden suavemente hasta besar el mar, dulcificándose en algunos entradores donde las conchas marinas erosionadas se han convertido en su arenisca, o mostrándose más duras, con cuevas esculpidas ola a ola por el mar.
Este paisaje, rodeado de la flora autóctona, donde los palmitos, el pino blanco, los lentiscos y coscojos, junto al aromático el romero, reconforta los sentidos. Para los amantes de la botánica además, podrán descubrir en la cala Argilaga especies como la saladilla o el relojillo.
Si además, prestamos atención a la fauna, podemos llegar a observar águilas perdiceras y culebreras, algún cernícalo y también ratoneros. Rapaces que conviven con las aves marinas y con otras especies protegidas como la tortuga mediterránea, reintroducida en el parque desde 2005.
Partiendo del faro de Irta, al final del municipio de Alcossebre, el descubridor puede introducirse en la senda rural a través de la cual recorrerá las innumerables calas. Cala Mundina, Cala Serradal, Cala Ribamar, Cala Argilaga, Cala Basseta, Cala Cubanita, Cala Blanca, Cala Perstige, Cala Secreta, Cala del barranc de Manetes, a las que sumamos dos zonas más amplias como son Playa Pebret y Playa del Russo, son algunas de los mágicos lugares donde perderse para fundirse con el mar en plena tranquilidad, aunque sea en temporada estival.
El itinerario de esta ruta que enlaza los dos municipios es apto para recorrer a pie, en BTT o incluso en automóvil, pero siempre teniendo en cuenta que es una pista de tierra.
Pero este recorrido no solo nos ofrece la posibilidad de disfrutar el mar, la brisa y los aromas del parque natural, sino que también oculta algunos tesoros culturales que desvelan la historia vivida por estas tierras, con la ermita de Santa Lucía presidiendo la costa y desde la cual, ya los íberos vigilaban la entrada de barcos al litoral. O la Torre Badum que, junto a la Torre Ebrí, son los vestigios del esfuerzo de los habitantes de este territorio para defenderse de los piratas berberiscos. Y, muy cerca de allí, para los más aventureros, las visitas indispensables del castillo de Xivert y de Pulpis de origen musulmán y con una trascendental historia templaria.
Mar, naturaleza e historia en estado puro a los pies del Mediterráneo.