La arquitectura es la forma que tenemos de humanizar el paisaje que nos rodea. Por eso, no es de extrañar que nuestra provincia y, en concreto la ciudad de Castellón, esté plagada de muestra singulares de la gran tradición cerámica de esta tierra. Ahora Castellón de la Plana ha decidido poner en valor este museo al aire libre que suponen las aplicaciones cerámicas en la arquitectura local con rutas turísticas que, a través de un dispositivo móvil se pueden ir siguiendo para descubrir la cerámica desde la más clásica a la más vanguardista (https://rutasceramicas.castello.es/).
El uso de la cerámica en Castelló arranca de antaño y algunas de las primeras piezas de barro en la ciudad, se pueden observar en las losas y ladrillos hallados en la ruinas del yacimiento romano de Villamargo o el ataifor musulmán hallado en la partida de Fadrell. Pero no es hasta pasada la Reconquista cuando la cerámica experimenta un verdadero auge arquitectónico. La cerámica se convierte en industria en núcleos cercanos como Onda y l’Alcora, con la Real Fábrica del Conde de Aranda. Esas piezas artísticas primero e industriales después, empiezan a llenar de decoración y arte los edificios urbanos de Castellón.
El Parque Ribalta esconde más de una docena de bancos decorados en cerámica clásica que actúan de verdadero photocall para el visitante.
La azulejería barroca empieza a dejar mella en los edificios más antiguos de la ciudad. La cripta de la Concatedral de Santa María, los arrimaderos de la capilla de Santo Sepulcro de la Capilla de la Sangre, las contrahuellas de la escalinata de la Casa de Huérfanos, el palacio Episcopal o el Museo Etnológico de la ciudad son algunos ejemplos.
En el siglo XVIII, la producción llega prácticamente a todas las casas y calles. Los plafones devocionales de Santo Tomás, San Nicolás, San Vicente y Santa Bárbara o la Purísima obligan al descubridor a elevar la vista para encontrar estos tesoros. El modernismo deja en Castelló bellas estampas en las fachadas como la de la Casa de las Cigüeñas, el Edificio de Correos o el Instituto Ribalta, además de en decenas de sotabalcones y arrimaderos de toda la ciudad.
Con el siglo XX, llega la modernidad y la ciudad se llena de murales como el de la Lonja del Puerto, la alegoría a la cerámica y el trabajo de Guallart en la calle Asensi, la decoración singular del Maset de la Pradera o la Masía Segarra, dedicada exclusivamente al Quijote.
Las rutas urbanas se encuentran señalizadas con azulejos cerámicos dotados de QR con los que seguir el recorrido de todos los hitos de estas singulares rutas.
Pero la tradición cerámica no se detiene y la ciudad ha seguido creando arte cerámico urbano con las más actuales e innovadores usos. Así encontramos cerámica descontaminante en la facultad de medicina, pasos de cebra cerámicos y domóticos que activan el paso de peatones, juegos cerámicos interactivos o la ebrickhouse, una vivienda prototipo completamente sostenible.