Zorita del Maestrazgo

Los caminos del creyente

Oculto en la gruta que da origen a su leyenda y a su nombre, el Santuario de la Virgen de la Balma se erige en uno de los rincones más insólitos de la provincia de Castellón. Cuenta la leyenda medieval, que un pastor manco buscando refugio, encontró al fondo de una balma la figura de la Virgen y así recuperó su brazo. Desde entonces ha sido lugar de peregrinación, sobre todo, en momentos históricos convulsos, se convirtió en alivio de salvación para endemoniados y son decenas las historias que en el pueblo contarán sobre enfermos que recuperaron la cordura al atravesar sus puertas.

En la fiesta de la Balma se representan las ancestrales danzas “del Pastor”, de “Els Negrets”, de “Les Llauradores” y “Gitanetes”, dando paso  a la representación de la “Lucha del Angel y el Diablo”.

Lo cierto es que cada año, el 8 de septiembre (ahora el primer sábado de ese mes para facilitar la asistencia de los feligreses), los fieles rememoran en procesión su fe y, cada año, en una representación tradicional, el ángel vuelve a triunfar sobre el diablo bajo la Cruz cubierta (siglo XVI) que abre paso hasta el santuario, dejando que los penitentes accedan al templo

Pero Zorita no es solo la Balma. De carácter fuerte, esta población que nunca consintió pertenecer al Maestrazgo de Montesa, permaneciendo independiente, ofrece al visitante un casco antiguo poblado de edificios singulares, como la Iglesia de la Asunción, del siglo XVIII con estilo barroco arcaico; la Casa Consistorial (siglo XVII) o el horno moruno del Forn de Dalt, que ofrecía su fuego a las familias del pueblo y aún hoy, se utiliza para cocinar “el pastissets” (empanadas dulces) para la fiesta de San Antonio.

Enclavada en las tierras del río Bergantes, su entorno natural se convierte en otro de sus grandes atractivos. La Font de la Beana, que alimenta de aguas al lavadero, les Fonts Calentes, manantial termal junto al Azud del Vilar, o los parajes de los “Buenos mozos” o el estrecho del barranco de Los Pardos, ofrecen parajes de comunión con la naturaleza, solo aptos para quienes aprecien el valor de la paz y los aromas del monte.

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